ALFONSO D'ORS

Llegó a la Escuela de Cerámica de la Moncloa hace más de 40 años para preparar su ingreso en la facultad de Bellas Artes, pero terminó quedándose como profesor. Desde entonces, Alfonso d’Ors no ha dejado de aprender y transmitir los muchos secretos de una disciplina que, asegura, tiene mucho de ciencia.

Durante tres décadas compatibilizó la labor docente con su faceta de escultor siguiendo la estela de maestros como Arcadio Blasco o Enric Mestre. Pero hace diez años su interés por la cerámica oriental encontró en el chawan, el cuenco ritual para la ceremonia del té, un objeto sublime al que decidió dedicar todas sus energías creativas.

Todos los días Alfonso d’Ors hace un chawan, pero no todos los que produce terminan siéndolo. El artista somete cada cuenco a un particular control de calidad. Necesita utilizarlos, tenerlos entre las manos, observarlos y convivir con ellos antes de aprobar sus cualidades –proporciones, ligereza– y ponerlos a disposición de los amantes de este utensilio polivalente, tan antiguo como el gesto del ser humano de ahuecar las manos para beber.

Las exclusivas piezas de d’Ors, apreciadas por coleccionistas de chawanes de todo el mundo, condensan su extraordinario conocimiento de los materiales y las técnicas. Y representan a la perfección la idea acuñada por su abuelo, el escritor y filósofo Eugenio d’Ors, de «la obra bien hecha».

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