ALFONSO D’ORS: el Chawan como forma de vida

Dice Alfonso d’Ors que ha tenido que ser artista durante más de 30 años para convertirse en artesano. Hoy está dedicado a la creación diaria de una sola pieza que eleva a la categoría de arte: el chawan.

La Escuela de Cerámica de La Moncloa es uno de esos paradójicos secretos de Madrid, perfectamente a la vista, pero en los que la ciudad acelerada no tiene tiempo de reparar. En el Parque del Oeste, a pocos metros de la Rosaleda y el Teleférico y a tiro de piedra de Príncipe Pío, una gran chimenea de ladrillo, hoy perteneciente a dependencias de la Policía Municipal, sirve de referencia al paseante despistado que quiere llegar hasta allí por primera vez. El recoleto complejo de ladrillo, dispuesto alrededor de un clásico jardín diseñado por el paisajista Javier Winthuysen, acoge dos centros: la Escuela de La Moncloa, de titularidad municipal, y la Escuela de Arte Francisco Alcántara, dependiente de la Comunidad de Madrid, y que lleva el nombre, precisamente, del fundador de la primera, allá por 1911.

El edificio de los años 30 del siglo XX donde se ubica la escuela municipal parece conservar la venerable energía de la Institución Libre de Enseñanza, a la que pertenece en espíritu a través de la figura de Alcántara, intelectual y pedagogo de estirpe regeneracionista. En este oasis luminoso han aprendido los secretos de la cerámica varias generaciones de artesanos. Y allí lleva más de 40 años Alfonso d’Ors impartiendo su magisterio, hasta este 2022 en el que se retirará con el homenaje unánime de compañeros y alumnos.

Nieto del gran polígrafo Eugenio d’Ors, Alfonso pertenece a una familia ciertamente creativa. Entre sus hermanos están Esperanza, escultora; Carlos, artista y poeta; Luis, dramaturgo; Mauricio, fotógrafo y editor; o Pablo, escritor de gran éxito con su ‘Biografía del silencio’. Todos hacen honor al célebre apotegma acuñado por su abuelo: el elogio y la práctica de “la obra bien hecha”. Él iba para médico, como su padre, pero dejó la carrera en el tercer curso para dedicarse a su gran pasión. Llegó a la Escuela de La Moncloa con el propósito de preparar su ingreso en Bellas Artes, pero terminó quedándose como profesor. Durante tres décadas compatibilizó su labor docente con la práctica de la escultura y el muralismo cerámico, en la estela de maestros como Arcadio Blasco o Enric Mestre.

Pero hace diez años su interés por las culturas orientales y su larga experiencia con los materiales y las técnicas confluyeron en el chawan, el cuenco para la ceremonia del té, objeto en sí mismo de una verdadera cultura ritual y coleccionista, especialmente en Japón. Alfonso se deshizo entonces de los grandes hornos que tenía en su taller para la creación de obras de gran formato y se consagró a la creación en exclusiva de esta pequeña pieza. Siempre la misma, siempre distinta.

Para Alfonso d’Ors, la creación de chawanes es un modo de vida. Todos los días modela uno, aunque el proceso implica trabajar en varios a la vez. Al día siguiente de la primera hechura, cuando la pieza ha adquirido a temperatura ambiente la llamada dureza de cuero, le da su forma definitiva con manos y herramientas. Se produce entonces la cocción inicial de bizcocho. Con la segunda llegarán el color, los engobes y los vidriados. Aspectos de los que Alfonso, profesor de Química en la escuela, es un verdadero maestro. En un mundo donde tradicionalmente las fórmulas y recetas han sido celosamente transmitidas y custodiadas con un espíritu oscurantista, él ha seguido una línea rigurosamente empírica. La cerámica, asegura, no es magia; es una ciencia.

Y en su caso, también, un arte. Sus chawanes son una exquisita sublimación de la más básica de las formas, tan antigua como el gesto humano de ahuecar las manos para beber. Recipientes que parecen homenajear a la naturaleza por sus colores, formas y texturas. Y es que el gres a 1300 grados de temperatura se convierte en algo muy parecido a la piedra.

Pero el proceso de creación no termina con la última cocción. Los chawanes deben pasar un particular control de calidad para obtener la definitiva bendición de su autor. D’Ors necesita convivir con ellos durante unos días, utilizarlos, verlos a la luz que entra en su casa desde el jardín para corroborar que tienen las cualidades tangibles –proporciones, ligereza– e intangibles exigibles a este utensilio de culto. Sus chawanes siempre son, bromea, de segunda mano.

Hoy, Alfonso d’Ors es un creador reconocido por coleccionistas de chawanes de todo el mundo. Sus piezas, joyas accesibles, son objetos concebidos para que su propietario establezca con ellas un vínculo cotidiano y esencial.

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