ANA LAMATA, SOMBREROS DE ARTE
«Un sombrero firmado por Ana Lamata puede reunir un tejido antiguo, un diseño contemporáneo y una maestría eterna»
Ana Lamata, Doctora en Historia del Arte, manufactura sombreros con la certeza de que sus excepcionales creaciones pueden transformar el modo en que uno percibe y está en el mundo.
Ana Lamata funda su taller madrileño en 2014. Desde entonces confecciona sombreros, turbantes, tocados y diademas en fieltro de pelo de castor, de cashmere o de lana merina; tejidos de seda, lana, algodón o lino; paja de palma o de trigo. Solo trabaja con fibras naturales.
Ana confecciona sus sombreros siguiendo técnicas clásicas y desarrollando otras propias. Cada una de sus piezas es un objeto elocuente que habla de patrimonio cultural, de oficio, de territorio, de tiempo, de atención, de investigación y juego, de belleza.
En su afán por “ir a las fuentes” buscó un maestro junto a quien aprender el oficio, y en 2012 tuvo el privilegio de conocer en Londres a su maestra Rose Cory, una auténtica leyenda de la sombrerería: sombrerera de la Reina Isabel, la Reina Madre, y de otros miembros de la Casa Real Inglesa.
De la mano de Rose Cory aprendió las técnicas clásicas de sombrerería, desde hacer sus propias hormas, bloquear fieltro o paja, drapear tejidos, hasta hacer flores. Todo hecho a mano. Siempre empleando fibras naturales. Conociendo y considerando las técnicas clásicas y las características intrínsecas de los materiales para poder jugar con ellas. Vindicando y revisitando las tradiciones pasadas de mano en mano y de ojo en ojo. Y siempre buscando la excelencia.
• Ana, ¿por qué elegiste este oficio?
¿Hasta qué punto elegimos, o nos eligen las cosas? No siempre quise hacer sombreros, mi camino parecía ser otro. No obstante, supongo que siempre me ha interesado la comunicación, las historias, los lenguajes, verbales y no verbales y, dentro de estos últimos, el vestido, sea de la cabeza o del resto del cuerpo, es un lenguaje muy elocuente, que dice mucho acerca de alguien (contexto histórico, social, carácter…) sin emplear palabras. Desde una perspectiva antropológica, es muy interesante observar el poder simbólico que a lo largo de la historia y de las culturas han tenido estos objetos.
Mientras estaba haciendo el doctorado comencé a coleccionar sombreros occidentales, de 1860 a 1960. Aquel interés y las circunstancias me llevaron a querer saber cómo se hacían. Así que busqué con quién aprender, encontré a Rose y fue fácil decidir formarme con ella.
• ¿Qué enseñanza destacarías de tu maestra Rose Cory?
Con Rose aprendí a no forzar sino conducir, a acompañar el fluir de los tejidos, que recorren un camino, vienen de un sitio y van a un sitio, como una composición musical...
No hay nada comparable a aprender viendo trabajar a un maestro (de nuevo, sin palabras…), observar el ágil y preciso movimiento de sus manos imprimiendo la tensión justa a un tejido, dando las puntadas mínimas necesarias para sujetar los pliegues y midiendo distancias de milímetros a ojo...
• ¿Cuál fue el primer sombrero que hiciste?
Para vender, una boina de paja gris con unas ramitas de mini rosas y mini violetas en seda.
• ¿Dominas alguna técnica específica?
Dominar... Siempre se sigue aprendiendo y con cada pieza mejoras la técnica, la puntada... Tal vez por no ser tan habituales como un sombrero de fieltro o paja, diría que los sombreros forrados en tela, desde formas clásicas como un bowler o un canotier, a otros tipo karakul o a turbantes. Este tipo de sombreros requieren una serie de conocimientos técnicos específicos: realizar una estructura interna en buckram u otro material de similares características, trabajar la tela con vapor para conformarla a la horma y, en general, mucha costura. Un trabajo que suma complejidad cuando se trabaja con tejidos finos como el tafetán (una puntada descolocada revienta la tela). Drapear turbantes también me gusta particularmente.
• Si tuvieras que describir tu mayor habilidad ¿cuál sería?
Algo bastante excepcional son las flores de seda que realizo coloreadas con pigmentos naturales. Si bien las técnicas de elaboración de flores que utilizo son las que se vienen empleando desde antaño, dos elementos distinguen el modo en que trabajo. Uno es que saco los patrones de la flor natural, que desmonto para observar su anatomía y replicar sus distintos componentes, y otro es que los colores que empleo son naturales (botánicos, animales o minerales). Elaboro a mano desde estambres y pistilos a pétalos, sépalos, hojas y tallos.
Corto a mano cada pétalo y modelo cada una de sus curvas con hierros de diversas formas. Y todos los componentes los coloreo tiñendo y pintando con pigmentos y tintas que también elaboro a partir de materiales botánicos (como el ruibarbo, la rubia, el palo campeche, el mirobalano, el laurel o el roble), animales (como la cochinilla) y minerales (como los ocres).
• ¿Cuáles son tus fuentes de inspiración?
La vida misma y la vida toda se imprime en los ojos y en el alma, así que todo, cada día conforma mi mirar y mi trabajo. Lecturas, conversaciones, paseos, pintura...
• ¿Cómo se reflejan la tradición y la innovación en tu trabajo?
Diría que ambas en las técnicas y en los materiales. La mayoría de las técnicas que empleo son las clásicas que aprendí con Rose, si bien incluyo adaptaciones propias como el uso de tintes naturales (que, por otro lado, es otro ámbito de conocimiento tradicional ancestral).
La tradición también está presente en el uso de materiales clásicos como la paja. Y he aquí un infortunio desgraciadamente común en muchos oficios artesanos: la práctica totalidad de la paja que utilizo ya no se teje.
El parabuntal de la Corypha umbraculifera (tan fino como la más fina paja toquilla de la Carludovica palmata) que se tejía en Filipinas, o la paja de trigo florentino, que hace décadas dejó de tejerse porque dejó de compensar el aprender a hacerlo. La paja con la que trabajo es casi exclusivamente “dead stock” tejido hace décadas. Sólo utilizo paja de un maestro tejedor vivo de Ecuador, el resto fue tejida por manos maestras anónimas, en ocasiones, hace más de 70 años.
Para mí es un orgullo y un privilegio poder trabajar con esos materiales, que busco incansablemente por todo el mundo, porque los que hay son los que son, ya no hay ni habrá más de la misma calidad. Joyas que llevaron semanas y meses de trabajo.
Tradición, orgullo y privilegio, es trabajar con el maestro hormero que hacía las hormas de madera para Rose y que me las ha estado haciendo a mí también, a gubia y cincel, a ojo de maestro.
En mi caso, la innovación tal vez está en dar una vuelta de tuerca técnicas o conocimientos tradicionales, como el trenzado de cuero para hacer diademas.
• ¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión?
Como ocurre en otras muchas, el hecho de dar forma a algo que antes no estaba, ese juego de las manos y el alma, algo de prestidigitador...Resolver un reto que me planteen o me plantee. La ilusión en los ojos y el andar de un cliente que se va feliz con algo que es reflejo de cómo son o cómo se quieren sentir.
• ¿Qué le dirías a un joven que quiera ejercer tu oficio?
Que busque al mejor maestro a quien pueda acceder y pase el mayor tiempo posible observando y trabajando junto a él (o ella). También se aprende mucho desmontando sombreros antiguos para ver cómo lo hicieron otros.
• ¿Consideras que tu oficio está en peligro de desaparecer?
Espero que no. Aunque los que sí han ido desapareciendo ya son otros oficios (de nuevo vuelvo al tejido de paja fina para sombreros) vinculados, lo cual empobrece terriblemente el oficio y en general es una pérdida de patrimonio cultural inmaterial (y material) irrecuperable.
• ¿Qué quiere decir para ti “bien hecho”?
Hecho con cariño y atención, con cuidado y respeto por los materiales y los procesos, buscando la excelencia en el campo que sea.
• ¿Qué quiere decir artesanía?
Conocimiento refinado, dedicación, oficio, patrimonio, territorio…